OAXACA

De sus hechos y sus cosas... Hay tanto por decir...

No hay pureza; no inocentes ni culpables.
Por Ich es Mayäe / 27 de Noviembre de 2006

I.
Todos saben de dónde viene ese tipo de desprecio por Oaxaca. Se quemaron símbolos como la vez de los porros con el paraninfo. Huele a cloaca todo el tiempo; pero también a jazmines por los muertos; luego a rosas por aquello del lecho en el que se postró la historia de unos pies desnudos. Huele a todos los aromas.

Y no se puede defender a los APPOS totalmente, porque en el pecado llevan su propia penitencia. Son pacíficos en el discurso, en los hechos ya no se supo. Sus falsos líderes han sido rebasados; muchos aliados comprados. Los porros hicieron de las suyas en su nombre. Los daños poco a poco son irreversibles porque no se están quedando en los edificios, en los autos… Los policías heridos; los manifestantes desaparecidos, acallados; los olvidados sin sus muertes esclarecidas. Cualquiera es la cuna de la sospecha, la zozobra, la tensa calma. Una tras otra las torpezas de los funcionarios y sus servidores… como si no les conociéramos. Como si no supiéremos quiénes son; sin respondernos primero quiénes somos nosotros y por qué actuamos cómo si no supiéremos cuál es nuestra responsabilidad y las razones de tal división social.

No hay garantía. Ningún inocente puede jactarse.

II.
La gente en sus autos parece con prisa. Todos quieren llegar antes porque no saben si es un appo o un federal quien lanzara la primera piedra, gas o cohetón. Cualquier tumulto de autos, camiones o gente hace levantar los cuellos, ver de un lado al otro, supervisar a los miembros acompañantes para confirmar no ha desaparecido alguno pero lo que encuentra es complicidad. A la cueva, por no decir casa, rapidito. Pero ninguna casa en ninguna parte es segura, principalmente porque no somos suizos para tener en cada hombre un soldado y en cada casa un refugio antinuclear.

–Que vengan y se los chinguen, ¡bola de cabrones!.Ya estamos hasta la madre… Un tipo en su auto lo dice, una señora bien vestida le acompaña callada.
–Si se meten a mi casa, me los chingo. Yo si no me ando con pendejaditas de piedritas y gases… Continúa.

Está molesto es evidente ( … ). Pero como dice el refrán “del plato a la boca, se cae la sopa”, porque ningún “civil” ha sacado la pistola aún. Esa adquirida recién por si las moscas o para darse valor, tal como funcionan los fetiches de fe. Uno bastante para salvaguardar el patrimonio o la vida con su sola presencia. Y todavía la TV (azteca preferentemente) para terminar de encender la furia de los pistoleros anónimos y las víctimas; en primer plano, una anciana desolada llora por las pérdidas en su casa del mero centro.¡Pobre abuelita en silla de ruedas! ¡Pobre el patrimonio de la humanidad! ¡Oaxaca es víctima del mal!

En recompensa, el gobierno sin duda aligerará sus penas, repondrá los daños… Así como hizo en un ratito en las calles: limpió con agua y escoba para decirle al mundo… – “En Oaxaca, no pasa nada”… -¡Un coletazo más fuerte en mi nombre! -Nomás quiero justificar ¡La pureza de la ley!

III.
Ahora, los federales bien dotados portan sus armas al frente. Las agarran bien fuerte como si fueran la extensión de su miembro. En él se sostiene la seguridad. Los uniformados andan sueltos y también van de prisa, rechinan las llantas en los rondines. En grupos de cuatro o cinco, bajo efectos de tan excitante hormona, no pueden más que complacer sus sentidos.

-¿Cómo te llamaaas?, -¿A qué te dedicaaas? -¿Abre la mochilaaa?. Sacan el pecho. Hacen montón para cuestionar a una pareja. Se lanzan sobre él. Sumiso el muchacho, contesta con voz suave, cabizbajo. Cualquiera es sospechoso. Cualquiera es intimidado si anda a pie, viene con amigos o portan paquetes. (Eso sí, no detienen ningún carrazo ni a gente de buen ver)… Pero, les gusta, les alimenta, jadean. Miran de reojo para un lado u otro como si cuidaran de no ser vistos, porque a pesar de todo perciben no sólo mi mirada, sino de los muchos quienes al pasar ligeritas o ligeritos, fingen no ver.

-¿Miedo yo? ¡Para nada!. Dicen.

Para la hombría institucional llegó el momento de jugar al juego del todo poderoso. Ya tienen el permiso de cobrarles canicazos, corretizas, golpes e insultos vivos a toda esa bola de alzados. En recompensa, las chicas estarán dispuestas a tratarlos mejor. No sólo les llevarán más agua; si pueden se quedan pa’ desayunar o por qué no, algunos están bien chulitos y como que no quiere la cosa, en un ratito ¿No es cierto?... Pues si los españoles nos heredaron las carnes blancas, pues otro poco no le hace mal a la raza y si están morenos, con que estén grandotes basta.

IV.
Ahora Oaxaca, se acerca muy rápido a la época del circo romano después de una masacre. Entre más sangre más agitados los espectadores. Los instintos exigen su lugar en el mundo. Los y las puritanas sólo aplazan emerger tal y como son. En los conflictos como estos, cuando se descomponen por completo, emergen todo tipo de perversiones desconcertantes… nos asustan como si éstas no provinieran de nosotros. Las bajezas de noche son pardas.

No somos muy distintos ni los unos ni las otras. Vivimos en un sistema harto desgastado. En un mar de supuestos, percepciones, preferencias, diversidad fragmentada, ideales superados por la propia cotidianeidad. Todo sostenido en una educación paupérrima, aún la de paga, porque no está diseñada para hacer personas libres y dignas sino engranes sin capacidad de saberse. Todo es normal y la memoria no existe. Ya le arrancaron las razones menos míticas y la cambiaron como cambian la constitución. No a la libertad de pensamiento, de organización, de expresión. No al desarrollo justo, más sostenido, más responsable, más común. ¿No entiendes? Como estamos, estamos.

En Oaxaca no hay pureza; no inocentes ni culpables. Hay una bola de ciudadanos quienes todavía no saben bien a bien qué tipo de vida prefieren en su mayoría. No hemos aprendido a decidir por nuestro futuro y la lección que avecina, no será fácil de aprender.

Y si aprendimos a sostener algo más que la mirada, allá nos veremos las caras.

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