HABITANDO EL CÓSMOS SOMOS LUZ...

Habemos quienes para decir, preferimos contar cuentos...


¿Cómo llegaste áquí?
Por Ich es Mayäe //10 de octubre de 2007.


Muy de mañanita cuando apenas sale el sol y la luna aún no se esconde, un pájaro gigante tornasol de especie desconocida apareció en el azul profundo del firmamento. Venía al frente de una bandada inmensa con vuelo acompasado. Atrás de él, cantidad de gansos formaban arriba un triángulo. Graznaban fuerte después de las otras aves. Había de todos colores, de todos tamaños y lugares. De la montaña, de la playa, la tundra, la selva y la ciudad. Todas las especies conocidas y una que otra desconocida. Unos trinaban y otros como las golondrinas, daban vueltas de un lado a otro. Si se prestaba atención, por momentos producían un sonido suave muy parecido a Mayäe…

Lo más interesante hija mía, es que todos llevaban flores. Las fueron recogiendo de todos los sitios por donde pasaron y después de nueve vueltas, eligieron el punto más alto de la tierra. Ahí dejaron caer una a una. Entonces, un águila de cabeza blanca las acomodó con mucho cuidado para hacerte un nido. Era un nicho de pétalos, con aroma de todas las flores. Con él se perfumaron los aires del verano, del otoño, del invierno.

Al cabo de un tiempo, un chillido sordo anunciaba estar listo. Entonces, el enorme pájaro que muy pacientemente había esperado suspendido a vuelo de colibrí, depositó en el centro tu cuerpo pequeño como si libara en el ramillete. Todo ese tiempo te había escondido en su pico. Tu cuerpo muy quietecito permaneció tibio. Entonces, el águila parda, con fuertes aleteos despeinó tus cabellos. Sólo así emanó de ti el primer suspiro. Aspiraste hondo como si despertaras de un largo sueño y al abrir tus pequeñitos ojos, el sol y la luna se reflejaron. Uno en cada ojo. Uno a uno sonrieron.

En ese momento tú y yo finalmente nos conocimos y como en un parto, las dos rompimos el primer llanto. Tus pulmones le arrebataron al aire el grito de la vida. Mis lágrimas no dejaron de rodar mientras te acercaba a mi pecho. Mientras te miraba en completo silencio, con resonantes y profundas vibraciones -en un lenguaje sin recuerdo y claro-, el pajarotote tornasol me entregó la más grande encomienda de mi vida: la tuya. Tras un nuevo llanto, regresó mi voz y finalmente comprendí.

Desde entonces yo soy tu madre y tú ya cantas tu nombre.

Pero también me advirtieron tú pertenecías al universo y que sólo venías a mi vida por el tiempo de mi tiempo. Como eres un ave de hermoso plumaje con piel de niña, en un día de gloria te nacerán alas. Con ellas y por ti misma, regresarás por donde el majestuoso pájaro tornasol. También dijo tú elegirías cómo vivir; tus aciertos y tus errores; pero que sin importar cómo aprendieras o qué hicieras, sea muy pronto o muy tarde, todas las aves como tú volverán. Y como recordando una promesa, antes de tu regreso verás nuevamente, con un ojo a la luna y con el otro, al sol. –“Su sonrisa la llevarás por dentro y en reverencia, ambos besarán el corazón de tu madre que de a pocos simplemente dejará de latir en su cuerpo para pulsar en forma de estrella en lo más profundo del firmamento. Así podrías desde cualquier sitio donde estuvieras, verla y volver a ella, cuando quieras"-.

Esa es tu historia hija mía.

Esa es la historia de cualquiera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"besarán el corazón de tu madre", ¿es la madre terrenal o la universal?. Un nacimiento totalmente mágico y poético.

Pájaro Azul